El origen de la palabra marrano la cual se utilizó (y aún se utiliza) de modo despectivo para identificar a judíos convertidos al catolicismo y a sus descendientes, no proviene del nombre del animal, sino al contrario: relacionando a los primeros con un animal considerado inmundo. Aún hoy mantiene su definición: sucio y desaseado: el muy marrano se ducha una vez al mes; quien actúa de forma grosera: ese marrano me ha dicho unas groserías que no quiero repetir; quien actúa con malas intenciones: es un marrano y sólo piensa en su propio beneficio; [judío] converso.
El origen hebreo de la palabra proviene de la unión de dos palabras “mar”(מריר) que significa amargo y“anus”(הכריח) que significa forzado y se pronuncia maranus. Al escucharlo los españoles de los judíos, asociaron la impureza de la sangre de los conversos desde el punto de vista religioso, con la impureza del cerdo e impusieron el nombre a los mismos, a modo de castigo a estos conversos y a sus descendientes.
El paso de los siglos convirtió a la comunidad judía ibérica en una de las mayores del mundo de su época. De ella emanaron figuras como el teólogo, filósofo y médico Moché ben Maimón (Maimónides), nacido en Córdoba en 1135, así como muchas destacadas figuras españolas en los campos de las artes, las finanzas, la navegación la medicina y la filosofía.
En el hebreo moderno ya no se utiliza maranus, se utiliza el término anusim, que significa“los forzados” para identificar a los conversos que en tiempos de la Inquisición fueron forzados a convertirse al cristianismo, aunque siguieron cumpliendo los preceptos judaicos en secreto y también para los descendientes de aquellos que regresan a sus raíces judaicas, como recientemente, con la posibilidad de reconocer la nacionalidad española, a los que demostrasen ser descendientes de judíos españoles, en este caso judíos » puros «, que decidieron emigrar, para conservar, su lengua, raíces y costumbres
Sin embargo, la expulsión de los judíos, y musulmanes como invasores, ha sido tratada en mi opinión, por los judíos principalmente, de forma errónea. Los judíos, nunca fueron expulsados de la Península Ibérica, fueron obligados, si querían permanecer en la misma, a convertirse al catolicismo. Hemos de tener en cuenta, que en 1492, no eran los tiempos actuales, con fronteras abiertas, medios de transporte modernos, y tratado de Schengen. Lo más inmediato, era homogeneizar la población, y crear un nuevo estado. Es cierto, que hubo los Tribunales de la Inquisición, del marqués de Torquemada y compañía, pero a pesar de todo, la huella del Judaísmo, no ha sido exterminada de este país, como se quiso hacer en otros países europeos, y si uno quiere entretenerse, podrá descubrir, gran cantidad de apellidos, costumbres, toponimia y gastronomía de origen hebreo.
Durante los primeros 50 años después de la expulsión, hubo un éxodo constante de anusim de la Península Ibérica hacia América, donde nadie les conocía y podían pasar inadvertidos y evitar ser discriminados por su origen. Así y todo, la Inquisición les persiguió en sus nuevos hogares, y muchos fueron despojados de sus bienes y condenados a la hoguera.
Varias comunidades de anusim sobreviven hoy en día, especialmente en las antiguas regiones de influencia española, como el suroeste de Estados Unidos, Antioquia en Colombia y gran parte del norte de México como Nuevo León.
En Mallorca aún se conoce a los descendientes de los judíos conversos como “chuetas”, según se dice porque acostumbraban poner a cocinar una chuleta de cerdo cerca de las ventanas frontales de la casa mientras celebraban en secreto las festividades judías. Entre los apellidos de descendientes de chuetas más conocidos figuran tales como Mir, Miró, Montaner y Martí. Por supuesto Joan Miró era mallorquín. También es interesante encontrar en las montañas en la frontera española-portuguesa particularmente en la frontera de Extremadura-Andalucía descendientes de los anusim, así como en Huelva y Gibraltar, Málaga y Almuñécar.