En el contexto de una guerra olvidada, en otra memoria histórica que no interesa ni a vencedores ni vencidos de la gran guerra española, la Civil, por una cuestión de honor, y de no minimizar los efectos de la Guerra Civil Española, la gran guerra de nuestro país. Guardada en un cajón de la historia reciente de España, la Guerra de Ifni tuvo un episodio con bastantes sombras históricas aún. El territorio de Cabo Juby o Tarfaya, cuando era administrado por España formó parte del Protectorado Sur situado al norte del Sáhara y muy al sur de Ifni, por medio existían cientos de kilómetros cuadrados de territorio administrado por la Francia marroquí de entonces.
En la firma en Madrid de la independencia de Marruecos en abril de 1956, lo único que quedaba claro era la inmediata vuelta a la soberanía marroquí de todo el territorio con estatus de protectorado, ya fuese español o francés, y por la fuerza de la ley, o de las armas, como fue en el caso de Sidi Ifni.
Tarfaya, con estatus de protectorado, fue retenido por el Régimen franquista incumpliendo los término básicos concedidos a Marruecos para recobrar su soberanía, quizá no sin razón, pues esa entrega obedecía, más a los intereses de Francia, de crear un Marruecos independiente, afín a los intereses francófonos.
El gobierno de Madrid consideraba que en la precipitada declaración de Independencia de abril de 1956 no se habían marcado unas pautas de actuación en las nuevas relaciones bilaterales ni se realizó un tratado de límites, por lo que era conveniente dilatar el proceso de independencia de Tarfaya para bien de ambas partes, cuando la monarquía alauita estuviera en condiciones de hacerse con el control de una zona frecuentada por guerrilleros del Ejército de Liberación (EL).
Si bien esa actitud cabría juzgarla de colonial, siguiendo la línea de comportamiento que había seguido las relaciones hispano-marroquíes hasta entonces, también era cierto que el gobierno español, el Ministerio de Asuntos Exteriores sobre todo, tenía verdadera intención de negociar cuanto antes la entrega a Marruecos de Tarfaya, consciente de que su fundamento jurídico hacía inviable cualquier defensa de la soberanía española sobre esas tierras. Pero al mismo tiempo, el clima tenso, de hostilidad encubierta en agosto de 1957 en Ifni, enclave de soberanía española por un tratado del siglo XIX (Wad-Ras), hizo retroceder la entrega del territorio de Cabo Juby que debía haberse desalojado de forma diplomática, y en ningún momento se hizo, y parecía no quererse hacer, a la espera de acontecimientos.
El final de la guerra no pudo ser más decepcionante y contradictorio. Se entregó Tarfaya (Cabo Juby) para asegurar que no siguieran las incursiones sobre Ifni y se convirtió a este último territorio, “fantasma” si consideramos que España sólo controlaba la capital y un perímetro defensivo, en provincia por decreto.
El Decreto de la Presidencia del Gobierno español de fecha 10 de enero de 1958, hizo a Ifni y al Sáhara provincias españolas. Un fracasado intento de hacerlas tan españolas como Sevilla o Valladolid e ir contracorriente del proceso descolonizador que se daba en todo el mundo.
En esos tiempos, España no tuvo la inteligencia y clarividencia que debió tener, probablemente por no tener los gobernantes adecuados y mejor preparados, y no favoreció una independencia de sus antiguas colonias en África, quizás con la excepción de Guinea Ecuatorial, en la que se pactó su independencia, sino que se dejó las mismas, sobre todo en el caso del norte de África, el actual Marruecos, a su libre albedrío, cayendo en malos de un Marruecos independiente, es decir de un Marruecos doblegado a los intereses francófonos.
Y ahí están, los casos sangrantes del territorio de Cabo Juby, Sidi Ifni y territorios del norte de Marruecos, doblegados a los intereses marroquís y francófonos, y un Sáhara Occidental, que se resiste a morir, a doblegarse, y que con la ayuda de Argelia, está presentando batalla, ante la indiferencia de una metrópoli, España, que se vende a los intereses económicos de su gran adversario, Marruecos.